Metida en la cama y echando un vistazo en Facebook, antes de poner el móvil modo “no molestar” para dormir, me topé con la palabra CHILINDRINA en mayúsculas. Así me llamaba mi padre de pequeña e incluso a día de hoy a veces me lo dice. Me picó la curiosidad y me detuve a ver unas fotos espectaculares hechas por FotoPets y a leer su historia… Encogía el alma imaginar lo que había podido llegar a sufrir. Le pasé el móvil a mi marido, leyó su historia, miró sus fotos una y otra vez y dijo: “Vamos a por ella”.
Las ganas de darle un hogar nos podían pero nos tomamos unos días para pensarlo con calma hasta que nos pusimos en contacto con Axla, rellenamos y enviamos el cuestionario y decidimos ir a verla para tener una toma de contacto y de ese modo asegurarnos bien de lo que íbamos a hacer.
Quedamos un miércoles por la tarde con Leticia. Era la primera vez que visitábamos un refugio y nos sorprendió como al llegar todos los perros estaban contentos de ver llegar gente. Una vez allí ya saben que las personas que se acercan (voluntarios o visitantes) es para darles comida, juegos o cariño. Pero nos llamó la atención al fondo, en un rincón y sin apenas atreverse a mirar. Era ella, Chili, la reconocimos por su collar rojo y fue cuando nos vinieron de nuevo a la cabeza las primeras palabras que acompañaban su caso en Facebook “Chilindrina galga maltratada – Caso urgente”.
Leticia sacó a Chili del recinto para que diésemos un paseo con ella y ver cómo reaccionaba con nosotros, pues no era un caso fácil. Una intrépida Aventura (otra galguita mucho más alegre y segura que Chili) se coló y nos acompañó en el paseo. Primero la llevaba Leticia y pasado un tiempo mi marido y yo. A medida que avanzábamos en el paseo ella iba relajándose, sacando su rabito, desplegando sus orejas y levantando la cabeza. Incluso aceptaba escéptica alguna que otra leve caricia pero sin llegar aún a confiar del todo. Fue a la vuelta y antes de despedirnos cuando ya pudimos acariciarla más relajadamente y ella estaba un poco más tranquila, no temblaba.
Lo poco que sabían de su pasado es que la rescataron en un poblado gitano en Toledo, que era muy miedosa y que solo podría recuperarse en un hogar. La hubiésemos montado en el coche esa misma tarde pero nos aconsejaban hacerlo un sábado por la mañana para tener un fin de semana completo para adaptarnos todos a nuestra nueva vida. Así que el siguiente sábado que pudimos fuimos a por ella y nuestra sorpresa fue que cuando nos bajamos del coche y nos asomamos a la valla fue ella la que se acercó a saludarnos! Todos nos sorprendimos de su reacción, era muy buena señal. Y así nos fuimos a casa, con el coche cargado de cositas para ella que la misma Leticia se encargó de asesorarnos (como siempre un encanto con nosotros y sus animales).
Llegamos y hubo que bajarla del sofá hasta siete veces, se me metió en su cama y ahí se quedó un rato mirándonos hasta que se decidió a comer y beber un poco más tarde. Los primeros días fueron difíciles porque no confiaba en nosotros, hubo que enseñarle a hacer sus cosas en la calle y no relacionaba las salidas como algo bueno, pero descubrimos un parque de perros enorme, vallado y cerca de casa donde poco a poco fue confiando en nosotros. Al principio la soltábamos y no se despegaba, pero no hay nada que unas galletitas no consigan… Nos poníamos cada uno en un extremo y nos alternábamos llamándola y ofreciéndole premios hasta que sin darse cuenta comenzó a dar sus primeras carreras. ¡Nos parecían increíbles! Pero la verdad que eran ridículas para las que se pega hoy día, un año después. El parque le vino genial para confiar en personas y perros y ganar seguridad en ella misma.
En casa es muy tranquila, siempre esta en su camita y de vez en cuando se acerca para recibir su ración de mimos. A veces ella decide que ha tenido bastante y se retira a su cama pero otras no hay quien la canse, ya nos advirtieron que podían llegar a ser pesados como cualquier otra raza. Nunca ladra ni hace ruido (solo cuando ronca…) y reconoce perfectamente cuándo le toca salir y cuándo quedarse sola. Hasta que no pasaron unos meses no se levantó a recibirnos al llegar de la calle ni mucho menos movernos el rabito, pero ya se ha normalizado también en ese aspecto.
La acostumbramos desde el primer día a quedarse sola incluso cuando tenemos que viajar en tren la llevamos a una residencia en la que, según por los videos que nos mandan, disfruta muchísimo. Dicen que el pasar algo de tiempo solos los hace más seguros y menos dependientes de sus dueños y la verdad es que las pocas veces que la hemos llevado vuelve más fuerte, segura y relajada.
Aunque a veces tiene sus bloqueos como veterinario, perros demasiado enérgicos o sustos por la espalda, creo que estamos consiguiendo de ella una perra todoterreno que viaja muchísimo con nosotros, pasea muy bien tanto en campo como en ciudad, le gustan los bares con terraza y a la que le encanta la playa y las camas perrunas ajenas.
Lleva en casa poco más de un año y, pese a que a veces me gustaría hacerle una copia de la llave de casa para que salga sola a hacer sus cositas, nos hace inmensamente feliz verla dormir profundamente, tranquila, relajada, cariñosa, afectiva y correr como una loca.