Tras un horrible verano en el que por una fatal coincidencia tanto mi hermana como yo perdimos a nuestros compañeros caninos decidí que no podía pasar más tiempo sin contar de nuevo con su cariño y su fidelidad.
Mi hermana ya había adoptado ese mismo verano a Akor, su nuevo perrete. Y aunque le veía casi cada día no era lo mismo que tenerle en casa conmigo. Gracias a Ana, la veterinaria de la familia (y de AXLA) conocí esta asociación y en cuanto llegó el otoño y la pena dio paso a una necesidad contacté con AXLA. Le conté a Lety mi historia y le informé del tipo de perro que necesitaba en mi vida. Inmediatamente me contó que tenían en acogida a uno que cumplía con todo: un perrete joven que había nacido y vivido sus primeros meses en el campo, junto a su madre (Roberta, ahora Lua) y un hermanito (que no sobrevivió) y que, casualidad o destino, justamente era en la misma ciudad en la que yo había nacido, crecido y en la que resido actualmente. Lo tomé como un buen presagio y aunque decidí visitar el albergue para conocer a Lety en persona y a los demás perros de la asociación yo ya sabía que mi mente estaba ocupada por Nenuko (así le habían llamado).
La decisión estaba tomada desde que, tras terminar la primera llamada con Lety, visité su Facebook para ver sus fotos. Su carita, su historia y todo él me hicieron querer tenerle como compañero sin duda alguna.
Tras el papeleo pertinente, el 13 de diciembre de 2013 a las 17:40 me llamó Cris (también de AXLA) para informarme de que estaban llegando a mi barrio (le tenían en acogida en Toledo, por lo que tuve que esperar al fin de semana para que me le pudieran traer). Nunca olvidaré esa pequeña cosita asustada que aún con las orejas agachadas tuvo la suficiente confianza en un primer momento como para dejarse acariciar y besar como bienvenida.
En los primeros días ya había cogido confianza conmigo y empezaba, poco a poco, a confiar en los demás miembros de la familia (gato incluido). Era muy asustadizo y nunca quería quedarse solo, pero eso cambió en seguida.
Desde entonces ve cada día a su hermano (Akor, el perro de mi hermana. Les tratamos de hermanos porque, aunque no de sangre, lo son. Y así se quieren y comportan como tal), le encanta correr por el campo y acercarse a conocer a cualquier perro que vea, no importa lo lejos que esté. Incluso descubrió una orilla en la que el río baja lento y apenas cubre, donde se mete hasta que el agua le llega a la mitad de la pata y entonces, más ancho que largo, se sienta a remojarse y aprovecha para dar unos lametones al agua. Es su ritual, lo hace incluso aunque ese día le haya bañado en casa anteriormente. (Por supuesto es una costumbre que ha contagiado a su hermano).
Aunque ya puede quedarse solo perfectamente, cuando regresas a casa, independientemente de que hayan pasado 1 hora o 10, se te echará encima gimoteando, dándote besos y moviendo su colita (que aunque corta le saca MUY buen provecho) a velocidad supersónica, para después echarte una merecida bronca durante unos segundos por no habértele llevando contigo.
Gracias a AXLA conocí al que será mi compañero durante muchos años. Gracias Lety, Cris y Ana por lo sencillo y familiar que lo hacéis todo. Vuestra labor con todo tipo de animales nunca será suficientemente reconocida ni ayudada, aunque eso no os quita las ganas de luchar junto a los peludos que llegan a vuestras manos, lo cual os da más mérito si cabe.