Historias felices
Mordisquitos, una bolita mullida y mimosa
Buscando un conejito para adoptar acabé encontrando la historia de Mordisquitos. No había sido especialmente maltratado, sólo era un «producto» que al no estar en «perfectas condiciones» no se podía vender. Mordis procedía de alguna tienda o criadero, y su «defecto» era una de sus patitas traseras, que está algo atrofiada de nacimiento. Ni le duele ni le molesta en absoluto para andar, y de hecho se pega buenas carreras cuando está contento, pero no lo consideraron apto para la venta. Así llegó a AXLA, donde tuvo la suerte de poder disfrutar de los cuidados de una casa de acogida. Allí le cuidaron muy bien, y cuando me interesé por su adopción, me guiaron y explicaron sus necesidades estupendamente.
Mordisquitos sólo lleva casi dos meses conmigo, pero ya se ha adaptado a la perfección. Era algo tímido y le costó un poco coger confianza, pero ha perdido la vergüenza prácticamente del todo. Le encanta que le acaricien, y cuando paras se levanta, te mira y busca tu mano con su hociquito. Es muy tranquilote, siempre que no haya comida de por medio, ya que también es un gordito. Cada vez que se acerca la hora de comer, te sigue y corretea alrededor de tus pies, rascándote con las patitas para que le des algo. Además es un trozo de pan: se deja coger, aunque no le guste mucho, no muerde, ni gruñe, ni mordisquea cables ni hace trastadas. Le encanta estar con gente y suele seguirnos por la casa cuando nos movemos mucho, y cuando te ve en el sofá, se sube y se tumba a tu lado, rechinando los dientes, contento, a la espera de caricias y mimitos.
Cualquier animal merece tener una vida agradable, y muchos de los bichines que están en AXLA, como los de otras protectoras, desconocen lo que es vivir en una familia que les cuide y les quiera. Todo lo que haces por ellos al adoptarlos te lo pagan con creces en cariño y compañía, y además, mejorar tan drásticamente la vida de alguien sólo te da felicidad.
Mi familia: Oreo y Blossom
No sé por dónde empezar… Quizá por una visita al albergue un día de Noviembre. Yo tenía mucho miedo porque me angustiaba la idea de ver a todos esos perretes abandonados juntos. Pero fue poner un pie allí y darme cuenta que son perros felices, que reciben su ración de amor a diario y que los cuidan personas con un corazón muy grande. Yo fui incapaz de elegir a uno de ellos porque todos necesitaban un hogar. A mi marido le gustaron varios. Al final ninguno de los dos elegimos, fue Oreo (antes Granada) quien hizo méritos para que nos fijásemos en él y a la semana estaba en casa. Aún recuerdo con el corazón encogido cuando Raúl y él llegaron al que sería su nuevo hogar. Me emocioné. Oreo es un «perro 10». Nos mira con esa carita diciéndonos «gracias». Hace ya ocho meses que llenó nuestras vidas y ahora hemos querido llenar la suya un poco más para que no estuviera solo. Blossom (antes Minerva) se ha incorporado a la familia. Mi ratona de ojos grandes que no le caben en la cara. Ella es muy dulce y al igual que Oreo siempre busca caricias. Los primeros días ni se miraban pero ahora no paran de jugar, darse besos, intercambiarse las camas… Tener un perro es increíble! Pero tener dos es MARAVILLOSO!! Desde aquí animo a toda la gente que adopte. Cambias su vida y a ti te hace ser mejor persona. Gracias a AXLA por rescatarlos a los dos y darnos la oportunidad de hacerles muy felices.
Galleta, una jerbita con suerte
Galleta es una jerbita que ahora tiene algo más de año y medio. Lleva un año conmigo. Después de que perdiera a sus hermanitos y se quedase sola, Lety pidió ayuda para darle un hogar, así que decidí hacerle un hueco en nuestra casa. Llegó con mucho miedo después de una experiencia un poco traumática y nos ha costado casi un año que Galleta sea una jerbita feliz, que no tenga miedo, que se lo pase genial trepando por una toalla y tirándose por la bañera como si fuera un tobogán o que juegue con otros animales, como un perro, sin sentirse una presa. Cuando llegó, era casi imposible verla. Menos aún, acariciarla. Se refugiaba en cualquier túnel de cartón o caseta. Poco a poco, comenzó a dejarse ver y a liberar tensiones en la rueda (le cogió tanto gusto que hasta rompió los anclajes de correr tan deprisa!). Unos meses más tarde, Galleta enfermó sin previo aviso. Llegué de trabajar y la encontré casi muerta. Apenas respiraba y estaba muy fría. Después supimos que estaba hibernando en lo que ella pensaba que serían sus últimas horas de vida. No podía dejarle ir sin más. La llevamos a un especialista y después de estar ingresada 4 días, nos dijeron que era diabética y había sufrido una recaída. Se quedó en 60 gramos. Aún con todo ello, con vitaminas, medicación diaria, buena alimentación y muchos mimos, Galleta se ha recuperado y ha vuelto a ser la reina de su terrario. El tamaño no importa cuando se trata de una mascota. Sus 80 gramos son absoluta felicidad para mí cuando por la mañana me levanto y voy a verla día tras día. Tan feliz, correteando y saltando sin parar.
A día de hoy, Galleta es una más de mi familia. Un miembro más en mi casa. Nuestros planes siempre la incluyen y las horas de juegos con ella y entrenamientos para hacerla feliz pasillo arriba y abajo, son de mis favoritas. Adoptarla fue una decisión de la cual estoy muy orgullosa. Y doy las gracias a Axla por haberla recogido y haber hecho que nuestras vidas se hayan cruzado.